LAS CICATRICES

En un día caluroso de verano un niño decidió ir a nadar en la laguna detrás de su casa. Salió corriendo por la puerta trasera, se tiró en el agua y nadaba feliz. No se daba cuenta de que un cocodrilo se le acercaba. Su mamá desde la casa miraba por la ventana, y vio con horror lo que sucedía. Enseguida corrió hacia su hijo gritándole lo más fuerte que podía. Oyéndole, el niño se alarmó y miró nadando hacia su mamá. Pero fue demasiado tarde.

Desde el muelle la mamá agarró al niño por sus brazos justo cuando el caimán le agarraba sus piernitas. La mujer jalaba determinada, con toda la fuerza de su corazón. El cocodrilo era más fuerte, pero la mamá era mucho más apasionada y su amor no la abandonaba. Un señor que escuchó los gritos se apresuró hacia el lugar con una pistola y mató al cocodrilo.

El niño sobrevivió y aunque sus piernas sufrieron bastante, aún pudo llegar a caminar.

Cuando salió del trauma, un periodista le preguntó al niño si le quería enseñar las cicatrices de sus pies. El niño levantó la sábana y se las mostró. Pero entonces, con gran orgullo se levantó las mangas y señalando hacia las cicatrices en sus brazos le dijo:

«Pero las que usted debe ver son estas». Eran las marcas de las uñas de su mamá que habían presionado con fuerza. «Las tengo porque mamá no me soltó y me salvó la vida».

Nosotros también tenemos las cicatrices de momentos de un pasado doloroso, o de momentos en los que pensamos que D´s nos ha abandonado, pero algunas de ellas son la huella de D´s que nos ha sostenido con fuerza para que no caigamos o para que no tengamos un sufrimiento mayor en nuestra vida.

Recuerda que si te ha dolido alguna vez el alma, tal vez fue porque D´s, te ha agarrado demasiado fuerte para que no te caigas.

 

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